Y es que, según se dice, ... A Cantuña, los padres franciscanos le encomendaron
la construcción del atrio de una Iglesia en Quito. Este aceptó dicha labor y a
cambio, en un plazo de seis meses, recibiría una gran cantidad de
dinero.
Realmente, esto parecía una gran hazaña, imposible lograr terminarla en
el lapso de seis meses.
Sin embargo, el Indio Cantuña puso su mayor esfuerzo y empeño para poder
terminarla. Así, se complementó con un buen equipo de indígenas para
terminar lo que se había propuesto.
Pero, a pesar de su empeño, la edificación no avanzaba como él la
esperaba y el tiempo de entrega llegaba a su límite.
Fue entonces, que en aquellos momentos de angustia, ante él se presentó
Lucifer diciéndole:
¡Cantuña!. Aquí estoy para ayudarte. Yo sé de tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio incompleto antes de presentarse el nuevo día, pero a cambio, me pagarás con tu alma.
Ante aquel ofrecimiento, Cantuña lo pensó un rato, pero aceptó el trato
solamente pidiendo que se cumpliera una condición. Se debía
terminar la construcción lo más rápido posible y que sean colocadas
absolutamente todas las piedras.
Lucifer también aceptó lo propuesto por Cantuña, pues él era lo que
era, "el diablo", y nadie podía ser mejor para salir ganando
almas.
Así, Cantuña luego se sintió desesperado al observar que los diablillos
trabajadores avanzaban muy rápido, tal como lo ofreciera Lucifer.
Entonces, llegado el momento, el diablo se dirigió ante Cantuña, para
realizar el cobro de lo acordado, pero el indio lo detuvo, aunque algo
inseguro y con tímida voz, diciéndole:
¡Un momento! ¡El trato ha sido incumplido!
Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no fue así. Falta una piedra.
Hábilmente, Cantuña había sacado una roca de la construcción y
cautelosamente la había escondido antes de que los demonios empezaran
a hacer lo que faltaba de la obra.
Y basado en esto, se confirmaba que era cierto, ...
Faltaba una piedra.
De tal manera, Lucifer, con mucho asombro, no entendía como un simple
mortal, un indio, había logrado engañarlo, a él, el príncipe de los
demonios.
El indio Cantuña pudo salvar su alma, jugándosela y con un poco de
astucia.
El diablo, habiendo sido burlado, no tuvo más remedio que aceptarlo y
abandonó el lugar para irse a refugiar en los infiernos, sin haber
recibido su paga por el trabajo realizado.
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