La leyenda de este personaje, el Chuzalongo, cuenta que es un ser que
habita en las montañas de la región litoral y sierra del Ecuador.
Para evitar que aviente su aire de mala suerte, se debe entrar a la montaña, se rompe una rama y se marca al rededor, pues, de tal modo, no pasa nada.
Cuando se ha marcado ya no ataca a nadie, y se presenta como un ser muy juguetón, inquieto y que aparentemente no hace nada. Sin embargo, tiene un “humor malo”, y después de un momento da un “aire fuerte” y deja a las personas como cadáveres.
Algunos antiguos cuentan que unas niñas que cuidaban el ganado en el cerro, se habían puesto a jugar con este ser. Pero, lo de terror fue que lo encontraron chupándose la sangre de esas niñas.
Siendo más explícito,...
Cuentan que un hombre del campo, tenía su ganado pastando en el monte y que de repente, el cielo se obscureció anunciando una gran tormenta.
Inmediatamente, el hombre le pidió a sus hijas que condujeran al ganado al granero. Las niñas, obedeciendo lo que su padre les pidió, al poco rato, encerraron a las reses en el lugar.
Pero, allí fue cuando las muchachas notaron que de repente junto a ellas se encontraba una extraña criatura. Era un ser de poca estatura, nariz larga, orejas puntiagudas y una largo cabello de color gris y desgreñado.
Entonces, como sometidas a un encanto, habían comenzado a jugar con este extraño individuo.
Sin embargo, por alguna razón, lograron reaccionar y darse cuenta de lo que sucedía, pues no era algo común jugar con quien no conocían.
Las niñas comenzaron a gritar con todas sus fuerzas, pero desgraciadamente nadie acudió en su ayuda.
Luego de algunas horas, percatándose de que sus hijas no habían vuelto a la casa, el granjero salió en su búsqueda armado con su escopeta.
Fue entonces, cuando el pobre hombre se encontró con aquella horripilante escena, pues, sobre el pasto vio un pequeño ser encima de los cuerpos de sus hijas.
Quedó inmóvil, estupefacto y sin palabras, sin poder reaccionar. Mas, cuando la criatura se marchó, logró desbloquear su mente y sobre el pasto halló los cuerpos de sus hijas, chupados y destrozados.
Aterrorizado, el hombre no sabía que hacer, un nudo en su garganta ahogaba su llanto y su grito de desesperación. De rodillas, al pie de sus hijas, logró alzar su cabeza y a lo lejos pudo divisar a una pequeña criatura que se alejaba poco a poco, perdiéndose con la distancia.
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